Valentina Verbal

Feminismo y capitalismo: matrimonio bien avenido

Valentina Verbal Historiadora, directora de Formación de Horizontal

Por: Valentina Verbal | Publicado: Jueves 14 de marzo de 2019 a las 04:00 hrs.
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Con ocasión del 8 de marzo recién pasado, salió a la palestra en Chile un feminismo anticapitalista. Algunas activistas afirmaron por la prensa que el feminismo es esencialmente anticapitalista, arguyendo que el capitalismo tiende a reproducir las desigualdades que afectan a las mujeres. Sin embargo, esto es muy dudoso si el tema se analiza desde una perspectiva histórica.

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Aunque pueda debatirse si el feminismo es o no un hijo “deseado” del capitalismo, lo cierto es que aquel no puede explicarse sin este. En primer lugar, porque no fue sino el capitalismo el que sacó a las mujeres del hogar y las convirtió en trabajadoras remuneradas. Y pese a que, durante los comienzos de la Revolución Industrial, los salarios de las mujeres fueron mucho más bajos que los de los hombres, su condición de trabajadoras las fue convirtiendo en sujetos individuales que podían exigir igual libertad. Por ejemplo, para acceder a la propiedad, para educarse, para controlar su natalidad y, posteriormente, para votar.

Dicho de otra forma, el hecho de que las mujeres se conviertan en trabajadoras remuneradas implicó que, por primera vez en la historia, se les considere como sujetos por derecho propio y no como meras piezas de la institución familiar. Gracias a la consideración de las mujeres como sujetos, pudieron ellas organizarse en múltiples asociaciones en favor del igual acceso a las libertades individuales.

Sin embargo, es importante considerar que el capitalismo no trajo consigo el cambio cultural que las mujeres necesitaban, al menos no de manera inmediata. Como ha demostrado Joan Scott, por mucho tiempo las mujeres ejercieron “trabajos de aguja”, aunque ya no en el hogar, sino en la fábrica. Y posteriormente, trabajos de oficina, puesto que se consideraba a las mujeres con habilidades pianísticas para el uso de máquinas de escribir. Asimismo, y por el hecho de estar orientadas a la crianza, se les atribuían mejores cualidades para las labores de cuidado, como en el área de la enfermería.

Mientras el capitalismo les abrió la puerta a las mujeres en la vida civil, no fue sino el feminismo el que cuestionó la existencia de roles “naturales” de ellas en la sociedad. El gran lema del feminismo fue siempre que “la biología no es destino”: que el hecho de tener cuerpos femeninos, potencialmente orientados a la procreación, no las debería determinar a ciertos espacios y a derechos disminuidos con respecto de los hombres.

Dando vuelta la célebre frase de la feminista marxista Heidi Hartmann, que señala que entre socialismo y feminismo ha existido siempre un “matrimonio mal avenido”, y aunque el capitalismo no ha sido tampoco una varita mágica para las mujeres, lo cierto es que entre éste y el feminismo sí ha existido un matrimonio bien avenido o, al menos, sin grandes conflictos. No por nada, el feminismo ha crecido con fuerza en las tierras fértiles del capitalismo, y nunca en las del socialismo.

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